Respeta la obra, respeta al autor

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RESPETA LA OBRA, RESPETA AL AUTOR

BALADA DE LOS POETAS ÑOÑOS POR JULIÁN ALONSO

Manolo Campoamor
Los poetas ñoños, se creen por encima
de los demás mortales.
Manejan, como buen jugador de tute,
los lugares comunes
y saben hacer señas sin ser vistos.
Galanes trasnochados,
dedican madrigales a la reina de las fiestas
cuando reciben el enésimo premio
por el mismo poema, maquillado
con un par de adjetivos
y fabrican sus rimas como quien hace churros.

Los poetas ñoños tienen un público fiel
de sensibleros y damas mojigatas y monjiles
que aplauden con arrobo sus ripios
declamados como quien llama a la batalla
y se emocionan con versos de impecable factura
dedicados a pueblos que nunca visitaron,
al amigo perdido en circunstancias trágicas,
al padre o a la madre, a los que amaban tanto
que alivian su dolor de huérfanos tardíos
con cuarenta monedas y una flor natural.

Los poetas ñoños
alzan la mano como quien alza el vuelo,
pretendiendo elevar sus versos minusválidos.
Tratan de impresionar al concejal de turno
con su verbo ampuloso.
Comen tras cada acto junto a las fuerzas vivas,
procurando ponerse
al lado del alcalde y su señora
y a los postres recitan
la lista interminable de sus muchos laureles
ante unos comensales que, en plena sobremesa,
se admiran, educados, entre el sopor y el sueño.

Pero los poetas ñoños no siempre son felices.
Llaman advenedizo
al pobre que se atreve a pisar su territorio
y forman entre todos un exclusivo club
sin más finalidad que repartir prebendas
por turno riguroso entre los cuatro amigos
y sin salir de casa.

Los poetas ñoños
se agrupan en bandadas como buitres
y no escriben poesía, la devoran
y vomitan su mala digestión
de versos indigestos.
Pero ellos no lo saben y despliegan sus plumas
como pavos reales antes de aparearse
con la primera musa descuidada
                   que se les pone a tiro.

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