Respeta la obra, respeta al autor

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RESPETA LA OBRA, RESPETA AL AUTOR

Asunto: Solicitud de baja de la línea XXX XX X321 por ÁNGEL GONZÁLEZ

 

Ilustración y texto: Ángel González González


       Por la presente, les informo de que tengo en esta mano las razones por las que ya no estoy con Melisa, y sobre esta otra, con un peso bastante superior, las razones por las que creo que ustedes me han  fallado. Si atiendo a cosas tan poco sutiles como el peso, he de pensar que estoy actuando de acuerdo con el criterio de un hombre cuerdo.
     Melisa y un tío de no sé qué sindicato se dieron un revolcón cuando servidor se encontraba dando una emotiva charla lingüística sobre ambigüedad léxica y ambigüedad estructural a decenas de enloquecidos estudiantes de primer año, y todo esto desde mi correspondiente cátedra de Lengua y Literatura en la Universidad de Alcalá de Henares. Dos alumnas que estaban situadas en la primera fila tenían esa manía de vestir sus cuerpos mediante pequeñajas minifaldas. Sus pubis, casi-visibles, hicieron que me equivocase un par de veces, aunque la mayoría de los estudiantes no se dieron cuenta de ello debido a que estaban enfrascados y concentrados en bostezar todo el tiempo.
     Lo peor de Melisa siempre ha sido lo mejor de Melisa, no sé si se me entiende... Melisa es bizca. Bizqueando, me ha enseñado casi todo lo que sé de mujeres, que tampoco es que sea mucho. Bizqueando Melisa, he aprendido a bizquear yo también y así hemos afrontado ese tipo de miedo que nos pasma cuando vemos que las personas a las que amamos no nos pertenecen en absoluto.
     He aquí la redención cuando ella me llama por teléfono y dice que se lo está haciendo con un ejecutivo de la Galp, o que se la está convulsionando a mi amigo de toda la vida, o que, básicamente, el hijo que espera no es exactamente mío pero que me quiere con locura. De ese modo, he logrado alcanzar una perfección espiritual tal, que he logrado reconocer la autoría de unos cuantos niños que provienen de la lujuria más extravagante y bizqueante que nadie pueda imaginar.
     La fatalidad de Melisa es mi fatalidad, y su falda también fue mi falda durante aquella fiesta es la que nos travestimos y nos mezclamos con aquella comunidad, de la cual formábamos parte gracias a que Melisa tuvo la ocurrencia de colocar la palabra “cornudo” en el buscador de Google de su teléfono móvil. Desde ese momento todo vino rodado, engranándonos en el ansia por descubrir los límites de nuestros cuerpos. Otros hablarían de elasticidad, es cierto, pero Melisa hablaba de límites y engranajes porque ella veía la vida como una máquina en pleno rodaje.
     Mis aventuras sexuales como profesor siempre fueron sus aventuras, ya que, en realidad era ella quien las ideaba y ponía los medios a mi alcance para materializarlas. A cambio de óptimos resultados académicos, ella consiguió que yo fuese un auténtico depravado a horcajadas sobre mis más torpes alumnas. Y esto que puede parecer tan natural  en el género humano, siempre que se haya alcanzado el grado de abstracción necesario, fue el detonante de la desintegración de mi libido porque, recordemos, la fatalidad de Melisa es mi fatalidad.
     Como intentaba explicarles, pronto el grueso de la comunidad estudiantil fue consciente de lo relativamente fácil que era conseguir aprobar mis asignaturas, ya fuese a través de mí o de mi chica, siempre disponibles y abiertos a todo tipo de..., lo que, debido a la ingente marea de peticiones, causó que esto que tengo ahora mismo agarrado con mi  mano izquierda, como si quisiese estrangularlo, pasase por un largo periodo de agotamiento, que es como ella llamaba lo de la disfunción eréctil. Durante ese periodo de inactividad empezaron a caerme las primeras denuncias, siempre alentadas por la envidia insana del rector y de sus asquerosos acólitos. Perdí mi trabajo cuando ya estaba siendo consciente del enrome vacío que nos rodeaba.
     Lo mejor para Melisa también ha sido lo peor para mí porque ella siempre quería más cuando yo me conformaba con lo mínimo. Yo ya lo había olvidado todo. Creía haber experimentado cualquier experiencia. Había que empezar de cero. Me dedicaba a vivir de las rentas, de lo poco ahorrado: ya llegarían tiempos mejores... Sin embargo, ella no podía estarse quieta. Melisa abrió nuevamente el buscador y  se internó en las diversas comunidades virtuales que encontró en su camino. Quiso tanto, tanta hambre tenía, que se propuso fagocitar el vacío de todos los habitantes de este planeta que estuviesen conectados a la red por medio de una tarifa de datos. Mi amada araña, ese mismo día, vio cómo su iPhone asomaba las fauces por la pantalla y se la tragaba, dejándonos en casa a una especie de residuo orgánico. Yo quería llevar una vida normal, con nuestros hijos, o los de ella, según se mire. Lo mejor para Melisa, es decir, el tiempo que lleva consumiéndose en las tripas de su teléfono móvil, ha sido lo peor para mí. Siempre pienso que ahora es demasiado tarde para vengarme, pero la tarifa de datos, incluso la línea telefónica, son historia desde este preciso instante en el que les informo sobre mi agónico deseo de prescindir de sus servicios de inexistencia. Mis más sinceros saludos.

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